¿Quién es Luis Pantoja?
Fundamentalmente me considero montañero. Todo lo que he hecho en la vida ha estado relacionado con la montaña. He procurado compaginar mi vida familiar, deportiva y profesional con la naturaleza y las cumbres. Siempre he querido vivir en la montaña por lo que me hice profesor de esquí y más tarde guía de montaña. Mi interés por la meteorología surgió también por las ganas de conocer más sobre uno de los peligros más importantes en los deportes al aire libre, y ello me llevó a trabajar para la Agencia Estatal de Meteorología y acabar en uno de los pocos observatorios de montaña, el del Puerto de Navacerrada.
¿Cómo fueron tus inicios en el mundo de la montaña y la meteorología?
Mis abuelos tenían una casa en Cercedilla y desde niño he pasado allí los fines de semana y las vacaciones. Los juegos en la Sierra de Guadarrama dieron paso a la escalada, al esquí, a la bici de montaña, y me llevaron a conocer otras cordilleras. Otro de los deportes que me llevaron a profundizar en los conocimientos en meteorología ha sido el parapente. Haber practicado y competido en esta disciplina me ha ayudado a comprender la impredicibilidad del tiempo y lo vulnerables que somos ante las condiciones meteorológicas. Pero quizás, la actividad en la que más he disfrutado, y sigo disfrutando, es el esquí de montaña, sobre todo el de dificultad. Me encantan las pendientes empinadas y la nieve polvo, y esto me ha llevado a aprender sobre otra de mis pasiones, la nivología.
¿En qué consiste tu trabajo en el Observatorio de Navacerrada? ¿Cuáles son las funciones de este observatorio?
El Observatorio del Puerto de Navacerrada empezó a funcionar hacia 1930 y su serie climatológica de datos es de gran valor meteorológico. Pertenece a la red sinóptica de la AEMet, por lo que se encarga de recopilar la información meteorológica básica para el estudio climatológico y la elaboración de predicciones. Al estar situado a casi 1900 m de altitud en plena Sierra de Guadarrama, tiene un valor estratégico en la observación de la meteorología propia de los entornos de montaña. Además de la obtención y gestión de las variables meteorológicas fundamentales, colaboramos en la elaboración del Boletín de Montaña de la Sierra de Guadarrama, pertenecemos a la Red Radiométrica (radiación solar) internacional, somos estación fenológica (observación del comportamiento de la flora y fauna) y durante la temporada invernal recopilamos información del manto nivoso mediante sondeos, y elaboramos el informe en el que se basa el Boletín de Aludes de la Sierra de Guadarrama.
¿Qué cambios se vienen percibiendo a escala local en los registros del observatorio? ¿Son estos cambios locales similares o diferentes a lo que sucede en otras regiones de montaña?
Estudiando los datos del Puerto de Navacerrada desde el comienzo de la serie, lo más significativo es que podemos observar un mantenimiento de las temperaturas medias anuales (6,3ºC) hasta la década de los años 80. A partir de entonces, las temperaturas han ido aumentando progresivamente hasta nuestros días, alcanzando en los últimos años valores medios anuales que superan en más de dos grados ese dato (hasta 8.7ºC en 2016). En cuanto a las precipitaciones en los últimos años también observamos una disminución de la cantidad anual total que ronda un 15% menos de la media del siglo pasado. Los espesores de nieve en el suelo también han disminuido y los periodos de calor intenso en verano se observan ya no sólo en julio y agosto, sino también en junio y septiembre. Es decir, estamos registrando alteraciones concordantes con un escenario de calentamiento global cercano a los dos grados, confirmándose así las peores previsiones del IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la Organización Meteorológica Mundial). El calentamiento global no se manifiesta con la misma intensidad en todas las regiones del planeta y atendiendo a los expertos sobre el clima, la península ibérica es una de las zonas más vulnerables dada su localización geográfica con un foco de calor muy cercano (el Sahara) y bañado por un mar que se recalienta cada vez más (el Mediterráneo). Pero en mayor o menor medida, todas las cadenas montañosas del planeta están sufriendo alteraciones en las condiciones meteorológicas que confirman un calentamiento global. Hace 40 años que fui por primera vez a Chamonix y recuerdo que desde el tren cremallera de Montenvers se veía el espléndido glaciar de la Mer de Glace ocupando el valle entero, y descendíamos andando por un camino hasta el hielo. Hace 10 años fui por última vez y para llegar al hielo en ese mismo sitio había que descender muchos tramos de escaleras por la pared de roca horadada por el glaciar, el cual se encontraba hundido en el fondo del valle, como triste muestra de lo que fue. La pena que me produce ver estas cosas hace que haya muchos lugares a los que no quiera volver.
¿Cómo va a cambiar el clima en el Guadarrama los próximos años?
Yo no tengo la capacidad suficiente para responder adecuadamente a esta pregunta. Pero creo que en este tema más nos valdría escuchar a los verdaderos expertos, y no me refiero a tertulianos, divulgadores o políticos. Me refiero a los miles de científicos que estudian los diversos y complejos aspectos que conforman esta realidad. Si nos atenemos a sus estudios, está claro que el cambio ha llegado, y puede que incluso sin posibilidad de marcha atrás (al menos a corto o medio plazo). La mayoría de expertos cree que un aumento de las temperaturas superior a los dos grados para finales de siglo provocaría tales cambios que harían difícil (sino imposible) nuestro modo actual de vida. Los modelos climáticos de predicción apuntan escenarios diversos para esa fecha, pero todos coinciden en un aumento de las temperaturas de entre 2 y 6ºC. Conviene recordar que estos modelos llevan décadas haciendo predicciones y que, hasta ahora, se han cumplido los peores escenarios. Con este horizonte de crisis climática, el futuro se hace incierto. Cabe esperar que en la Sierra de Guadarrama particularmente, y en las montañas del sur de Europa en general, las temperaturas sigan aumentando, los veranos meteorológicos duren más tiempo y los inviernos sean más cortos y cálidos, los periodos de sequía sean más intensos con una disminución de las precipitaciones de hasta un 25%, las nevadas más esporádicas y a mayor cota, y los episodios adversos (como tormentas o “danas”) más severos. Mis mayores miedos en la Sierra de Guadarrama tienen que ver, no con la falta (e incluso ausencia) de nieve, si no con la escasez de agua que provoque un estrés hídrico en las plantas, que añadido al estrés térmico las debilite y haga vulnerables ante las enfermedades y las olas de calor cada vez más intensas. El riesgo de sufrir grandes incendios que calcinen los importantísimos bosques es, quizás, la gran amenaza. Incendios imparables, como el de la Sierra de la Paramera del pasado año o como el reciente de la Sierra de la Culebra, y que aniquilarían de un plumazo todo lo que la naturaleza ha tardado en construir cientos de años. Si consiguiéramos actuar ya y de manera coordinada, podríamos minimizar las graves consecuencias que empezamos a sufrir. Pero no soy nada optimista con la capacidad de la sociedad para afrontar el cambio necesario. Quiero decir que el cambio es inevitable, pero nuestro sufrimiento (y el de toda la naturaleza) va a depender de lo que tardemos en reaccionar.
¿Se podrá esquiar y hacer alpinismo en España dentro de 25 años? ¿Y dentro de 50? ¿De qué modo cambiará la realización de estas actividades?
Recientemente se tomó una decisión controvertida en la Sierra de Guadarrama: confirmar la caducidad en la concesión de la explotación de diversas pistas de esquí del Puerto de Navacerrada. En el pueblo en donde vivo, Cercedilla, esto ha causado un gran malestar general porque supone el probable cierre de la estación de esquí históricamente ligada a este municipio. Cuando me preguntan si no estoy enfadado, digo que sí. Estoy enfadado con todos esos “negacionistas” que directa o indirectamente (con su voto) impiden que se tomen las medidas necesarias para enderezar la crítica situación en la que nos encontramos, desoyendo a la comunidad científica. Creo que hoy en día es inviable (por el clima) e insostenible (por el consumo energético y de agua) una estación de esquí en la Sierra de Guadarrama. No quiero decir que no vaya a nevar en el futuro, pero atendiendo a los pronósticos, es más que probable que el esquí en esta latitud y a esta altitud, sea algo anecdótico. Como montañero que soy, creo hablar en nombre de la mayoría cuando digo que seguiremos practicando alpinismo, aunque las condiciones sean otras. Pero también creo que el colectivo de montañeros deberemos hacer un ejercicio de autocrítica y de adaptación a las condiciones que vienen, sobre todo de aquellos que se dedican profesionalmente a ello. Cada uno deberemos plantearnos particularmente si nuestra forma de vida es consecuente con nuestro pensamiento, y si hay acciones o actitudes que debemos cambiar. ¿Es necesario tanto viaje? ¿Realmente necesitamos consumir tanto material? ¿Podemos mantener nuestra actividad pero dejando una huella menor? Etcétera… De hecho, creo que lo menos importante de lo que está pasando es si se podrá o no esquiar en 25 ó 50 años.
¿A qué te refieres con que Guadarrama está confinada, como dijiste en la lectura del Manifiesto del Aurrulaque en 2020?
Tiene que ver con la visión de esta sociedad acerca de las actuaciones de protección ambiental. En ese escrito me refería al caso particular del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. La sociedad tiene la sensación de que aislando un entorno natural (confinándolo) y otorgándole un alto grado de protección, bastará para conservarlo. Pero actualmente los problemas no se ciñen al entorno inmediato del espacio a proteger. Los grandes problemas ambientales son globales y, o atajamos éstos, o será imposible conservarlos. ¿De qué vale cerrar el tránsito a un determinado itinerario por el pinar porque ha anidado una pareja de buitre negro, si no soy capaz de evitar que las olas de calor extremas y la sequía pertinaz produzcan incendios que calcinen el monte entero? Con ello, no quiero decir que no haya que tomar esas medidas concretas de protección, sino que tenemos que ir mucho más allá, cambiando nuestros hábitos de vida y obligando a nuestros responsables a legislar con ese fin. Me indigna ver cómo las grandes compañías contaminantes, los bancos que las apoyan y los políticos que las protegen, se han apoderado del mensaje ecologista, verde y solidario, pero continúan, unos con sus actividades destructivas, otros con sus pingües beneficios y los otros con sus palabras huecas y su inacción. Y lo peor, la inmensa mayoría de la sociedad lo acepta y lo consiente creyendo que, asumiendo unos pequeños sacrificios en forma de medidas personales, vamos a remediar los grandes males ocasionados por las grandes industrias del petróleo o las químicas, o por la ganadería, agricultura y pesca intensivas. Además de que ese bombardeo al que nos tienen sometidos los medios haciéndonos a los ciudadanos responsables del calentamiento global con nuestras pequeñas acciones, ignorando la culpa de las grandes multinacionales y de los mismos gobiernos complacientes, están produciendo un pesimismo que lleva a la inacción y a la depresión. Debemos darnos cuenta de que nosotros tenemos el poder con nuestras acciones y decisiones, con los cambios de hábito del conjunto de la sociedad que obliguen a los de arriba a reaccionar.
¿Tienes algún/os ejemplos de lo que está haciendo el colectivo montañero en el contexto de cambio climático? ¿Qué más habría que hacer?
Hay muchos montañeros que ya están cambiando sus modos de conducta y de vida. En los últimos años me da la sensación de que muchos más compañeros de la montaña se plantean un cambio en su modo de actuar, haciéndolo cada vez más respetuoso y sostenible. Me gusta mucho la actitud de personajes tan influyentes como Kilian Jornet que ha sido capaz de hacer autocrítica y reflexionar sobre si era sostenible su forma de vida. Él ha asumido el compromiso de intentar reducir su huella de carbono al máximo pese a que pueda influir en su trayectoria deportiva. Creo que la autocrítica es necesaria y que podemos llegar a sentirnos plenamente satisfechos como montañeros con formas de vida más simples y sostenibles. Particularmente, mis hijos y yo (RECmountain) estamos tratando de ser más consecuentes con nuestras ideas y, aparte de los cambios a nivel general en nuestros hábitos de vida (menos consumo, más energías limpias, etc), hemos decido adoptar otros relacionados con la montaña. Por ejemplo, hemos dejado, ya hace varios años, de acudir a estaciones de esquí alpino. También hemos reducido mucho nuestros viajes a cordilleras lejanas y nuestras salidas relámpago a Pirineos o Alpes. Intentamos aprovechar el material de montaña al máximo, reparándolo o reciclándolo. Procuramos que nuestras actividades deportivas tengan el menor impacto y la menor huella de carbono posibles. Y curiosamente, no nos sentimos menos plenos a nivel deportivo por ello. Hemos redescubierto las montañas de nuestro entorno, haciendo actividades que nos proporcionan plenitud y satisfacción de una manera más sostenible y conforme a nuestros pensamientos. Creo que cada persona particularmente debe reflexionar sobre cuál es el camino a seguir. Muchas veces, menos es más.
¿Puedes recomendarnos 3 libros con los que aprender sobre meteorología/cambio climático, montaña, y sostenibilidad?
Pues en referencia a algún libro sobre meteorología y cambio climático voy a recomendaros dos, escritos por Brian Fagan, de la Editorial Gedisa, y que relatan la influencia del cambio climático en el apogeo y caída de las civilizaciones: “El Gran Calentamiento”, trata de cómo influyó el Periodo Cálido Medieval, entre los siglos VIII y XII, en las distintas civilizaciones del mundo; y “La Pequeña Edad de Hielo” cuenta las consecuencias en la sociedad de ese episodio frío entre los siglos XIII y XIX.
En cuanto a libros de montaña se me hace difícil elegir uno pues hay tantos aspectos diferentes que confluyen en el mundo de las montañas que me cuesta destacar uno. Quizás, por los años que he estado impartiendo clases sobre los peligros en montaña, os recomendaré “K2. El nudo infinito” de Kurt Diemberger de la Editorial Desnivel.
Y como ya llevo tres libros recomendados, sobre sostenibilidad os hablaré de dos documentales que se pueden encontrar en Netflix y en alguna otra plataforma, en los que habla una de las figuras más lúcidas y expertas sobre naturaleza, David Attenborough: “Una vida en nuestro planeta” en el que narra su experiencia de toda su vida estudiando y observando la naturaleza; y “Rompiendo los límites: la ciencia de nuestro planeta” en el que presenta este documental de Johan Rockström que trata de los sistemas que hacen posible la vida en la Tierra y el estrés al que los estamos sometiendo.
Me gustaría acabar con la idea de que con pequeñas acciones personales tomadas por el conjunto de la sociedad, podemos cambiar el mundo. Muchas gracias a los lectores y a los autores de este magnífico blog, especialmente a Txema, por darme la oportunidad de hablar en él. Nos vemos en el monte…
Muchísimas gracias Luis, ¡Nos vemos en las montañas!
Ingeniero forestal y Guía de Montaña. Master en Espacios Naturales Protegidos. Practico Alpinismo, actividad a través de la cual he comprendido la necesidad de conservación de las cumbres y sus entornos.
Fernando
Oso ondo Muy interesante
La reflexión sobre La huella de carbono de cada individuo y un plan de mejora para cada persona me parece una idea interesante
Jose Luis Palomo
Muy interesantes todos tus comentarios Luis. Y enhorabuena por predicar con el ejemplo.