El 2019 estrenará nueva medida en uno de los lugares más emblemáticos del Alpinismo. El Mont Blanc, cuya ruta normal fue intentada por más de 300 personas al día el verano pasado, el equivalente a tres autobuses de la EMT repletos, establecerá una modesta cuota para el verano de 214 alpinistas diarios por su ruta normal.
La medida pretende reducir los frecuentes problemas de aglomeraciones en dicha ruta, los cuales, además de colapsar el refugio de Goûter, suponen un aumento de problemas objetivos como el riesgo de desprendimiento de rocas. A pesar de la necesaria medida, la cuota de 214 personas seguirá pareciendo elevada a quienes prefieran refugiarse en la soledad que acompaña a numerosas otras cumbres del macizo.
Las cuotas en montaña no son nuevas. En Estados Unidos ya existen desde la declaración del Wilderness Act en 1964, el cual establece la necesidad de cuotas para favorecer el disfrute de la experiencia en montaña. Los parques nacionales de Rocky Mountain y Yellowstone demandan permisos para la acampada nocturna en determinadas áreas desde 1968 y 1971 respectivamente. En España, existe una cuota de 200 personas diarias para ascender a la cumbre del Teide.
Cabe preguntarse si este tipo de medidas serían deseables en otros ámbitos. En escalada de paredes de varios largos (no digamos ya escuelas de escalada cercanas a grandes ciudades), cada vez es más frecuente compartir vía y reuniones con otras dos, tres, cuatro, cinco… (aquí hay para todos los gustos) cordadas. Habrá quien piense que para aumentar la temperatura en ambientes inhóspitos viene bien estar rodeado de varias personas en una reunión o sentir el cálido aliento de la próxima cordada en la nuca. Pero es obvio que las aglomeraciones afectan a la seguridad y el disfrute de la experiencia de la escalada, además de pulir, marcar y sobre marcar presas de manos y pies.
Más de una vez he escuchado a alguien decir: “Ciertas vías de largos son tan excepcionales que sólo deberíamos escalarlas una vez, para permitir que futuras generaciones puedan seguir disfrutando de las mismas”. Regular en este ámbito no será fácil. Mientras tanto, nuestra generación puede estar agradecida por la inmensidad de oportunidades de escalada que tenemos, y apoyar las medidas que faciliten su conservación.
Esta entrada es un resumen del artículo de la Revista Desnivel nº 388 (noviembre 2018).
Investigador del Laboratorio de Ecologia Alpina (CNRS-UGA) en Grenoble e investigador asociado en el Basque Centre for Climate Change en Bilbao.
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